jueves, 24 de marzo de 2011

Cuento: Víspera de una navidad perruna

Era las 10 de la mañana del 24 de diciembre, hacía calor y se respiraba la esencia navideña de todos los años. Caminaba con mi madre, mi padre y Keen a la panadería para dejar el pavo. Los dos más fortachones íbamos cogiendo la bandeja que lo contenía de los lados. Cosa que era muy difícil, puesto que el recipiente era realmente viejo y hacía incómodo su transporte. Sin embargo, a pesar de la incomodidad, nos las arreglamos sin darle mucha importancia al posible dolor de espalda que nos podría dar después. Veía la cola mocha de Keen cómo se movía y el bandido volteaba muchas veces su rostro como diciéndonos “Jojolete”.

La panadería era todo un loquerío: La cola era inmensa, la gente gritaba ¡Haga su cola… Haga su cola oye!, la atención era bastante adusta y el entorno, en sí, era agobiable. Mis padres ya estaban en la cola desde hace buen rato, yo solo atiné a esperar con el bandido Keen afuera tratando de llamar a Narda para que no se desesperara porque sospechaba que iba llegar ligeramente retrasado [¿ligeramente retrasado?, tremendamente retrasado llegué].

Llegué retrasado, muy retrasado, y eso que pude haberme retrasado más si es que no me hubiera invadido esa actitud de chico rebelde de largarse sin ningún permiso, aunque en realidad me deje llevar más por el aburrimiento de Keen, que sin inmutarse me siguió. Sin embargo, me fui pensando en que algún momento mis padres me llamarán para preguntarme el por qué me fui, y decirme que no lo vuelva a hacer y que por favor me cuide, así que todo bien.

Me sorprendió la amabilidad de Narda, es posible que se haya portado así porque ella ha sido mucho más imprudente en ese sentido que yo desde que nos conocimos, por lo menos lo sospecho. Por otro lado, la amabilidad pudo haber sido porque lo lleve al bandido Keen, que no lo veía hace como 2 años, y que posiblemente ella también se sentía muy feliz porque me iba a presentar a un nuevo miembro de su familia: Maco. Este era un perrito, de esos peruanos sin pelo, precioso y con esos ojazos negros que te dicen “Cómeme” [Quién diría en ese momento que al crecer se volvería famoso, tanto así que hasta aparecería en distintos comerciales de televisión]. De camino al Camp Mat, no dudó en preguntarme por qué me demoré, solo le conté lo que ustedes ya saben.

En verdad desde la casa de Narda hasta el Camp Mat la distancia es la mitad que desde la mía, sin embargo nos demoramos el doble. Maco no estaba acostumbrado aún a caminar mucho, tenía 2 meses y hacia sus travesuras siempre dentro de su casa. Como cachorro que es no quería caminar. Si me lo encargaban a mi lo jalaba nomás, pero Narda, que se enternecía con sus gemidos, lo cargaba. Durante largos tramos del camino, Keen y yo íbamos adelantados, mientras tanto, un poco más retrasada, Narda sufría las consecuencias de no pasear muy seguido a su cachorro. Con Keen siempre hemos tenido como una especie de comunicación telequinética y esa vez me preguntó - ¿Yo también fui así? –. Le respondí – En verdad no quieres saberlo. Llegamos al Camp Mat prácticamente en media hora.

Es su hábitat, siente tanto placer como un orgasmo el bandido Keen cuando corre por todos los lugares del Camp Mat. Es caserito de la zona, los vigilantes hasta lo conocen. Se conoce hasta los lugares más recónditos del lugar, y no exagero, incluso una vez le hizo roche a un loco de parque, que vivía en lo que era una especie de cueva nómade prehistórica, tan solo por estar durmiendo. Por otro lado, Maco recién daba sus primeros pasos en el lugar donde alguna vez lo descubrirían unos agentes de televisión.

Eran cerca de la 1:30 de la tarde y no nos hacía mucha hambre, conversaba con Narda mientras que apapachaba a su pequeño Maco. Me contaba de lo que era ahora su vida cotidiana después de haber decidido cambiarse de carrera, así también hablamos largamente de recuerdos y amistades pasadas, mientras Keen se iba y fastidiaba a alguien por ahí.

Estuvimos así hasta casi las 2 de la tarde. – El tiempo se pasó volando – me decía ella. Yo solo le moví el rostro afirmando que sí y haciendo un gesto de vámonos. Maco ya se sentía con ganas de caminar libremente como Keen, lástima por él, ya que el hambre no perdona a nadie, aunque claro que tendrá mucho tiempo para extasiarse por el Camp Mat después, Narda y yo nos levantamos, ella siempre cargando a Maco.

Ahora iban adelante los que a la venida iban atrás, Keen estaba muy cansado y me miraba, le di lo poco del agua que quedaba, aunque eso no le duro un buen rato. Teníamos hambre y Keen, con sus imponentes 8 años, ya no era el mismo de antes y se retrasaba un poco. Estábamos ciertamente apurados pues le dije a mi madre que llegaríamos a las 2:30 en punto para el almuerzo, pero considerando que teníamos que dejar primero a Narda y su Maco, no llegaríamos a tiempo.

La despedida con Narda fue muy corta. No había que ser melancólicos, pues vivimos cerca y nos veríamos en algún corto tiempo. Me despedí deseándole una feliz navidad a ella, al buen Maco y de lejos de la señora María, madre de Narda, quien al ver a Keen quiso acercarse para saludarlo. En verdad les digo que estábamos apurados así que nos hicimos los desentendidos y con las mismas nos fuimos.

No hay comentarios: